Espero que los defensores de los animales entiendan el por qué he escrito esta historia que en modo alguna ataca la defensa que de ellos hacen
El cazador de venados
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A finales del año 1868, el Ilustrísimo Sr. Dn. Ignacio Arciga, Arzobispo de Michoacán (Mexico), visitaba por primera vez una de las principales parroquias de su vasta diócesis. Hallándose en el confesionario para administrar, según su costumbre, el sacramento de la Penitencia a los adultos que habían de recibir luego el de la Confirmación, notó entre la multitud de penitentes que le rodeaban, un pobre tullido que pacientemente esperaba su turno. Llamole al punto el Prelado para ahorrarle la molestia de tan larga espera, y empezó a interrogarle según solía hacerlo, por causa de la suma ignorancia de la doctrina cristiana en que yacía sumida aquella pobre gente, siendo grande la escasez de clero en toda la comarca.
-¿De donde eres?- le preguntó el Arzobispo.
-Pues mire su merced- contestó el tullido, con la misma sencilla calma- como he dicho antes, soy viudo hace muchos años, y no tengo más familia que mis hijas… Paso los días que el Señor me da de vida de este modo: Al levantarme por la mañana, digo una oración a mí Padre Dios. Almuerzo lo que mis hijitas me tienen ya preparado, y arrastrándome después como puedo, salgo al campo con mí carabina. A los pocos pasos que he andado fuera de mí casa, ya mí Padre Dios me tiene un venadito como se lo he pedido en mí corazón. Lo mato, vienen mis hijas, lo llevan a casa, y con la carne y los cuernos que mandamos vender, nos mantenemos muchos años ha.
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Ésta entrañable historia la leía cuando iba a la escuela, pero además en mis primeros años. Y hace dos o tres días, rebuscando en "el baul de los recuerdos" lo encontré. Ni siquiera la recordaba. He estado leyendo el libro durante varios días y entre otras muchas muy bonitas, he recordado esta historia y he decidido traerla, esperando que a nuestra princesita le guste.
(El libro se titula Lecturas. Libro segundo y la historia la firma: Padre Coloma).
Y para desagravio de los defensores de los animales, también encontré este poema que mí madre nos recitaba también cuando yo era un niño. La escribió un español llamado Carlos Ossorio y Gallardo.
Bonita lección
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-¡Papá, papá!- decía
la tierna Rosa del jardin volviendo-.
La jaula que guardaste el otro día
no seguirá vacía,
porque he encontrdado el nido que estás viendo.
¡Mira que pajaritos tan pintados!
En esa jaula les pondré su nido;
prodigaré solícitos cuidados
a los que aprisionar he conseguido,
y les daré, en constantes ocasiones,
migas de pan, alpiste y cañamones.
Luego la jaula pintaré por fuera
y mandaré que doren su alambrera...
Pero... ¿en que estás pensando?
¿No me escuchas, papá?... ¡te estoy hablando!
-Si, querida hija mía.
Pensaba, al escuchar esta querella,
que en la cárcel me han dicho que hay vacía
una celda muy bella...
y que te pienso trasladar a ella.
Como allí el reglamento es algo fuerte,
ni tú mamá ni yo podremos verte,
pero te mandaremos cien brocados
que aumenten tu hermosura
y haré dorar cerrojos y candados,
y de bronce pondré la cerradura.
Pero... ¡como!... ¿llorando estás por eso?
-Ya no lloro, papá. Te he comprendido...
Corro a llevar al árbol este nido,
y... vuelvo por un beso.
1 comentarios:
Esta historias estan muy lindas.
Que gran detalle publicarlas para nuestra peke.
Reciba Jessi muchos besitos,y tu,Francisco,gracias por darme la satisfacción de conocer estos relatos.
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